viernes, 20 de marzo de 2009

The International / Agente internacional


El que no le tenga mala fe a las entidades bancarias que aviente la primera piedra. No es secreto de nadie su naturaleza usurera, y es razonable que todos las odiemos; sobre todo porque el orden mundial nos las ha endilgado como mediadoras de nuestra ‘riqueza’ y, una vez más, hoy día todos debemos pagar por ellas.

Tom Tykwer y el guionista Eric Singer (no confundir con el baterista estadounidense de hard y heavy rock) parecen coincidir en este sentimiento, y lo han dejado claro a través de The International (Agente internacional). Éste, el filme más reciente de este cineasta alemán, coloca a Clive Owen y a Naomi Watts como agentes de la Interpol en medio de una investigación que busca destapar la cloaca de un banco que se dedica a financiar la carrera armamentista de varios países en conflicto o a punto del desmadre armado.

Aunque no indiferente del todo a los balazos y cierta acción, The International me parece que retoma el thriller contemplativo que entró en desuso en años recientes ante la escalada de balazos ruidosos hollywoodenses. El problema a discutir en el filme no es precisamente agarrar a los malosos que alimentan guerras, sino más bien preguntar si hoy día aún son plausibles los ideales.

Conforme avanza la historia de este filme, el personaje de Owen va entendiendo que algunas de las guerras más complejas debe enfrentarlas uno solo. El poder que el dinero ha creado (y una razón fuerte debajo de muchos conflictos armados) es omnipotente, y ni gobiernos ni aliados de cualquier índole están dispuestos a enfrentarlo. Es así que este agente al final llega solo al meollo del asunto, pintado casi como héroe de relato de aventuras, sostenido tan sólo por principios éticos y morales. Hoy día, sabemos que eso casi nada significa.

En ese aspecto, The International funciona casi como la parábola propuesta por Watchmen, en la que vemos idealista en tiempos críticos, aunque el filme de Tykwer no disfraza nada debajo de metáforas.

A través de sus siete largometrajes, Tykwer ha creado un peculiar montaje de imágenes y sonidos como extensión psicológica de sus personajes; se trata de una estética personal que resulta tanto espectacular como profunda.

En The International, contrario al thriller contemporáneo como se marca líneas arriba, Tykwer constituye el mood del filme a partir de panorámicas y travelings dilatados que crean la tensión necesaria para entender la gravedad del caso filmado. Y así, de lo general a lo particular, el espectador se inmiscuye en este conflicto como el propio protagonista.

Tykwer, incluso, se da el lujo de utilizar el Museo Guggenheim de Nueva York como setpiece de una balacera inolvidable, en la que prácticamente destruyen el museo (la utilización del mismo museo y un set que lo reproduce fueron necesarios para lograrlo). La forma en espiral de la nave central del museo se presta para que el realizador construya la peculiar secuencia sin la necesidad de una edición de imágenes entrecortadas y veloces, como se nos ha acostumbrado en años recientes. Tykwer enfrenta al espectador con los hechos al hacerlo testigo de la destrucción de un lugar que podriamos considerar extraño a este tipo de situaciones.

La inteligencia, el realismo y el idealismo se encuentran en The International produciendo, por tanto, un filme pesimista.

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