martes, 18 de agosto de 2009

Drag Me To Hell


Hace 25 años The Evil Dead, de Sam Raimi -conocida en México como El despertar del Diablo-, seguramente se estrenó, cuando mucho, en unas 40 o 50 salas de la República Mexicana y, aunque no fue una película archirrequetecontrataquillera, fue generando cierto culto a su derredor, y como sucedió en infinidad de países más.

El próximo viernes, 21 de agosto, finalmente será estrenado en México Drag Me To Hell, Arrástrame al Infierno, el más reciente filme de Raimi y el cual contará con 320 copias en toda la República Mexicana. Esto, obviamente, quiere decir que estará en 320 salas al menos durante su semana de estreno.

Cómo han cambiado las cosas, ¿no? Por supuesto, en ese cuarto de siglo, mucho de lo que entonces fue subversivo y contestatario ahora es parte del mainstream, y las grandes salas de cine fueron destruidas para convertirlas en estacionamientos y, en el mejor de los casos, en salitas de cine. La proliferación de dichas salitas, y esa búsqueda de los empresarios por venderle al consumidor una idea de mejor servicio, es lo que actualmente permite que haya tantas copias de una sola película en exhibición; aunque igualmente Sam Raimi hoy día ya es respetado por todo mundo.

En poco más de 25 años estrenando filmes (pues recordemos que, en realidad, filmó gran parte de The Evil Dead desde 1979; es decir, lleva tres décadas realizando largometrajes), Raimi continúa siendo un autor espectacular.

Aunque es reverenciado por los entusiastas al cine de horror, en realidad podemos considerar que solamente el primer largometraje de Raimi, The Evil Dead, se inscribe dentro de dicho género; pues a pesar del claro coqueteo y la utilización de forma brillante de recursos del mismo en sus filmes (la trilogía de The Evil Dead y Darkman), estos se tratan de historias de aventuras y humor negro, mientras que aquél continúa siendo uno de los más brutales ejercicios en la historia de la cinematografía, y a pesar de que haya espectadores que lo vean como una comedia ante la exagerada y granguiñolesca forma del filme.

Drag Me To Hell ha sido anunciada sin reparos como la vuelta de Raimi al género que le dio un nombre. Aunque me parece que no está lejos de serlo, o en realidad lo es, los elementos caricaturescos y el humor negro no faltan igualmente en este filme.



Tengo que pedirles compren el número de este mes de la revista Cinemanía para que chequen lo que el mismo Raimi me dijo en entrevista (y, si quieren, después se la prestan a su mamá o hermana mayor para que chequen el texto que me aventé sobre Penny Marshall), pero les comento mientras que Drag Me To Hell fue como una especie de desintoxicación para el realizador tras tanta presión y gran presupuesto con la trilogía de Spider Man.

Como sabemos, más que guiones o historias, en los filmes de Raimi hay anécdotas y pretextos (con excepción de los filmes que no ha escrito él mismo, como la trilogía del trepamuros, o The Gift o A Simple Plan) para embarcarse entonces en un alucinante ejercicio formal y de estilo. Drag Me To Hell no es la excepción y, de hecho, no había necesidad para que lo fuera: una simple maldición es el catalizador que necesitaba la maquinaria Raimi para arrancar.

El rostro inocente y bello de Alison Lohman hace más impactante la serie de torturas y el martirio de su personaje protagónico Christine Brown, quien es una especie de Will-E Coyote en manos del director. La imposibilidad de Raimi por dejar a un lado la comedia, me parece, queda claro en la utilización de Justin Long como un personaje de carácter, actor de extracción cómica que en este trabajo logra una réplica sorprendente a la naturaleza horrorizante de la historia: Raimi sabe lo que quiere. Esto es notorio nuevamente con la transformación de la actriz Lorna Raver en una auténtica bitch from hell, que queda para la historia como uno de los monstruos humanos que sí dan miedo en pantalla.

Me parece que en algunos momentos Raimi pudo llegar mucho más lejos de lo logrado (caso concreto, la secuencia en la que aparece Adriana Barraza y una cabra, y en donde a este animal podrían haberlo convertido en algo verdaderamente diabólico); pero, en resumen, la película es un verdadero paseo por la montaña rusa y la casa de los sustos, en donde el maestro Raimi continúa mostrando una energía pura y única.

Risa inusitada y desesperación ante lo visto en pantalla nos llevan hasta el final de este filme, punto en el que reside algo que, aunque anunciado, resulta absolutamente aterrador, inolvidable y de fuerza inusitada.

Raimi sigue siendo un genio.


Después de las 12:00, cualquier cosa puede suceder: "San" Raimi y yo.

7 comentarios:

  1. írate nomás con el maestro mismo... saludos.

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  2. Ahí no'más.
    Por cierto, ¡felicidades desde acá!

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  3. Habra que esperar, para verla por el cable.

    Que estes muy bien, un abrazo.

    Au revoir y Adio.

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  4. Felicidades, que bueno encontar un espacio de crítica de cine tan honesto y inteligente como el tuyo.

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  5. Ah, pues muchas gracias giacomo, y qué bueno que ya andas también por acá. Saludos.

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