Ciclos en apariencia rigen nuestro entendimiento: Martin Scorsese se ha convertido en un hacedor de churros hollywoodenses de acción; David Cronenberg se ha cansado de su búsqueda autoral para entonces centrar su energía en realizar exquisitamente thrillers de historias mediocres; y Dario Argento finalmente presentó el capítulo final de su postergada trilogía de brujería, con la muy patética La terza madre.
Me atrevo a nombrar a estos otroras maestros y a usarlos como ejemplo, pues coinciden en generación y en una serie de logros artísticos que permanecen y cambiaron la historia del cine. Desafortunadamente parece que han completado un ciclo, que el gas se les acabó y pues, después de todo, supongo que creativo y excelente no se puede ser para siempre o, al menos, es realmente difícil lograrlo.
Ante esto, en años recientes, mi capacidad de asombro se ha ido empolvando un tanto ante la nueva incapacidad de antiguos maestros del cine para continuar logrando obras contundentes. Es así que, cuando me entero de la concreción o de la continuación de proyecto alguno de algún director respetado en algún momento, en lugar de entusiasmarme y confiar seriamente, respiro hondo y espero.
Así hice cuando la semana pasada me dirigí al Centro Cultural Universitario, en Ciudad Universitaria, para ver Encarnação do Demônio
“Cuarenta años soportando” dice Zé de Caixão cuando sale de prisión en Encarnação do Demônio
Prácticamente, À meia-noite levarei sua alma y Esta noite encarnarei no teu cadáver componen un díptico de torturas y sangre, aunque con un heroico ejercicio nihilista como discurso. Tras estos, Mojica Marins se convirtió en una celebridad en su natal Brasil, aunque la inequidad del sistema cultural y cinematográfico lo llevaron a agazaparse casi de manera absoluta en la escena underground y a realizar su filmografía con muchos problemas de por medio.
Tras décadas de ignominia, Mojica Marins resurgió en este milenio gracias al interés de una nueva generación de entusiastas de su obra, y es así como en 2007 realiza el cierre de su sobresaliente trilogía.
Tras tanto tiempo, uno esperaría de forma normal la decadencia de un icono en pantalla. No obstante, las grandes uñas de Mojica Marins (aunque se ha dicho que ya son postizas) han mostrado gran garra al entregarnos una película igual de vital que los dos capítulos anteriores, y sin perder la carga subversiva del autor.
La búsqueda de la mujer ideal continúa, y a pesar de que Zé de Caixão muestra demencia senil y carcelaria, sus métodos continúan intactos y su ruidoso discurso sigue reverberando.
Al igual que Jodorowsky y López Moctezuma, Mojica Marins muestra un espíritu latino libre que planea sin prejuicio alguno: Encarnação do Demônio
Encarnação do Demônio