domingo, 20 de abril de 2014

La Danza de la Realidad y Spider Man 2, Rise of Electro: Alexandro Jodorowsky y Stan Lee, conspiradores de la imaginación

La primera ocasión que tuve oportunidad de entrevistar a Alexandro Jodorowsky, me comentó que poco antes había estado comiendo con Stan Lee: "(...)estuvimos platicando como amigos. ¡No hablamos de proyectos! Me estuvo diciendo que me admiraba mucho y yo le dije que lo admiraba mucho por el Hombre Araña. Pero nada más, porque yo soy lo antiamericano. No contra el país, sino contra su estilo”.

El par de artistas, de genios creativos, nace en los años 20 (Lee en 22 y Jodorowsky en el 29). Ambos son descendientes de familias judías, uno de rumana avencidada en Nueva York, otro de rusa avencidada en Tocopilla, Chile. Ambos han hecho lo que pocos, han triunfado como pocos, han generado ideas y productos que han transformado la industria del arte y el entretenimiento, y hoy día se les respeta, aunque nuevas y viejas generaciones parecen olvidar lo que han hecho y valoran su figura únicamente a partir de su última etapa, descontextualizada de un todo y un proceso alucinante e inigualable.

Hoy, en México, podemos ver un par de filmes alucinantes provocados por el pensamiento y obra de estos autores: La Danza de la Realidad (Alexandro Jodorowsky, 2013) y Spider Man 2, Rise of Electro (Marc Webb, 2014). El primero un filme independiente producido con el apoyo de tres mecenas (uno francés, uno mexicano y otro chileno/japonés) y la vaquita de gente común y corriente que, mínimo, sumo 750 mil dólares a través de donaciones vía internet. El segundo es un filme producido por Columbia Pictures y Marvel Studios, con un presupuesto mayor a los 200 millones de dólares.

La Danza de la Realidad es una obra que llevaba gestándose ya varios años; un proyecto para el cual Jodorowsky encontró que la única manera de hacerlo era por la vía de la cooperación para un fin propio para el cual, finalmente, todos los involucrados estuvieron de acuerdo. Se crítica a Jodorowsky de onanista y charlatán; lo primero nunca lo ha negado, y la segunda crítica es una cuya razón sigo sin entender cuando estamos ante una obra francamente extraordinaria. Dichos exabruptos, por tanto, sólo puedo explicarlos como opiniones de onanistas fracasados.

La Danza de la Realidad es, hasta el momento, me parece, la autobiografía absoluta. Gestada como memoria escrita publicada en 2001, brinca a la pantalla grande (ya no al celuloide) con base en el esfuerzo primordial del propio autor y el de su familia y amigos, y al que se suma el de miles de personas que apoyan la obra de Jodorowsky. Como su vida y recuerdos, el filme La Danza de la Realidad es una memoria en la que el dato comprobable y la creación fantástica tienen el mismo peso y trascendencia, uno parece otro, y es imposible separarlos.

Como toda la obra de Jodorowsky, La Danza de la Realidad es un acto revolucionario de bondad y descubrimiento en tiempos de cinismo y perdición. El Jodorowsky viejo de hoy que guía y entiende al Jodorowsky niño en pantalla es uno que no ha sido sacado de la manga hoy mismo, es uno que ya desde la memoria escrita nos dijo ver en sus años tempranos. Como en todo gran acto de magia, el tiempo y el espacio se dislocan permitiendo que el principio y el fin se encuentren y comulguen en un gran círculo que busca la inconseguible verdad.

La vida temprana de Jodorowsky en Tocopilla es la del extraño en una tierra extraña, que tiene que buscarse su lugar con base en crear o acomodar su propia realidad en la ya existente. Como bien lo dice en la memoria escrita, el periodo retratado en el filme abarca unos diez años que en unas cuantas páginas (alrededor de cuarenta, y en el filme se reduce a dos horas) resulta algo poco menos que increíble, pero recordemos que se trata del resumen de lo más extraordinario, y vaya que lo es.

Así, La Danza de la Realidad compone un mosaico de actos pánicos tempranos que transformaron la vida de este artista, y cuyo recuento inquieta y trastoca la de los espectadores. En el filme tienen que ver tanto el estilo de Fellini como el del propio Jodorowsky; así, es natural la presencia del autor italiano cuando se habla de autobiografía en el cine, sobre todo si se trata de Jodorowsky, de quien Fellini llegó a decir que era su heredero. Como toda la filmografía de Jodorowsky, este filme está pleno de imágenes e ideas extraordinarias sin precedente.

El filme La Danza de la Realidad cubre apenas 10 por ciento de lo escrito por Jodorowsky en su libro de memorias (y aún así, de ese mismo 10 por ciento, quedaron fuera cosas tan extraordinarias, como su encuentro con el mítico mago mexicano Fu Manchu o su construcción de un elefante con píldoras de mocos), queda entonces un largo trecho por cubrir que no sabemos si llegue darse.

En 1962, junto con Steve Ditko, Stan Lee creó a Spider Man. Lee quería escribir la “gran novela americana”, y lo “único” que logró hacer fue cocrear el Universo Marvel y construir una mayor cantidad de historias inolvidables que la de cualquiera de los llamados grandes autores de la narrativa del siglo XX. Con Spider-Man logró, tal vez, el epítome del hombre común en dicho siglo: atormentado y en busca del bien a toda costa.

La saga de Spider Man que desde aquel año ha sido continuado por una cantidad innumerable de autores en más de mil episodios se encuentra incrustada en la memoria de millones de lectores, y ahora espectadores del cine y su presencia en distintos medios audiovisuales. Como sucedió con la reciente saga de Batman en cine (la dirigida por Christopher Nolan), esta nueva saga de Spider Man tuvo que dar un primer paso inseguro y muy accidentado, para finalmente consolidarse en esta segunda entrega.

Aunque me parece que el corte trágico de los personajes principales está mucho más logrado en la primera saga dirigida por Sam Raimi, en este segundo capítulo de la dirigida por Webb la sucesión de hechos y la eterna presencia de la ley de Herodes en la vida de Peter Parker terminan por volcar este filme en un drama de dimensiones épicas que muestran claramente la fuerza y trascendencia que llevaban las ideas de Stan Lee (en este caso, junto a las de Gerry Conway, guionista que construyó la trágica resolución de Gwen Stacy). De igual manera, el pastiche dramático armado por los guionistas Alex Kurtman, el defeño Roberto Orci y Jeff Pinkner, me parece que es el ejemplo perfecto de lo que es una historia de superhéroes balanceada de manera quirúrgica y genial para llevar como una montaña rusa hacia el nirvana de emociones, pasando por los estados necesarios de la experiencia idónea.

El 3D en este filme se muestra, finalmente, como un ejemplo irrefutable de la dimensión que a ciertas historias puede brindar una capa mayor de hiperrealismo a su increíble naturaleza. El batir de los brazos de Spider Man sostenido por sus telarañas entre los edificios neoyorkinos, en caída libre o expulsado hacia la estratósfera, es igual de extraordinario que el festín de gaviotas con millares de peces expulsados por un mar embravecido en La Danza de la realidad. Hiperrealismo igualando a surrealismo.

Volviendo al drama de Peter Parker: ver uno de los momentos base de la saga de este personaje -sin más y sin ser spoiler-, La muerte de Gwen Stacy, nos da la oportunidad de sopesar la trascendencia del arte pop en el siglo XXI que, sin dejar de serlo, nos permite sobrepasar su naturaleza masiva y extirpar la esencia que se encuentra en toda gran obra: genio y oficio, eso es lo que hay en las mejores historias del trepamuros.

Dos polos opuestos en La Danza de la Realidad y Spider Man 2, Rise of Electro, lo americano y lo antiamericano, lo independiente y lo masivo. Pero detrás de ellos se encuentra una misma energía por innovar a partir del descubrimiento. Las dos entidades creativas detrás de ambos esfuerzos nos han entregado lo mejor de ellos, y sólo nos queda agradecerles por ello y esperar a que lo aprovechemos de la mejor manera. Por lo pronto, este es un momento para celebrar con los sentidos en la sala de cine.