sábado, 6 de abril de 2013

EVIL DEAD (Posesión Infernal), de Federico Álvarez

The Evil Dead, filme conocido desde hace 30 años en México como El despertar del Diablo, conjura extrañas pasiones y emociones en un grupo de espectadores que año con año continúa creciendo.

The Evil Dead es un filme peculiar: fue realizado en distintos momentos durante un periodo de cinco años (entre 1978 y 1982), por un grupo de cinéfilos comandados por Sam Raimi, con tan sólo 300 mil dólares conseguidos de distintas partes, con la idea de hacer un filme de horror (aunque la musa de sus creadores era más bien la comedia slapstick) y creando una de los ficciones más salvajes que se hayan visto en la pantalla de cine. The Evil Dead, así, en poco más de 80 minutos de metraje compone un festín de sangre (en diversos colores), amputaciones, escenas inolvidables, energía e inteligencia aún pulsante en celuloide. O se le ama o se le odia. Una tortura sensorial o una comedia extraña.

Los que la amamos y reverenciamos, creemos que es una de las grandes obras de arte del medio fílmico. Es movimiento e imaginación fílmica desbocados como no se había visto hasta ese momento. Por ende, es un diamante en bruto. Como tal, único y e inigualable. Intentar hacer una copia, sería aberrante y absurdo. No obstante tuvo hermanas: una secuela que prácticamente la iguala, y un tercer capítulo que es muy divertido y reverencial. Pero una nueva versión resultaba impensable.

Desde hace unos diez años, sin embargo, el propio Raimi (junto a Bruce Campbell y Robert Tappert, coproductores del filme, y el primero protagonista del mismo) había intentado conjurar lo necesario para recontar su gran historia para la actualidad. Recuerdo que entre los directores que Raimi deseaba contratar estaba Takashi Miike, quien para decepción de medio mundo, dijo que no estaba interesado.

Y así, llegamos al 5 de abril de 2013. Día del estreno del buscado remake, bajo la dirección de un debutante en el largometraje: Federico Álvarez, incipiente cineasta uruguayo que con la ayuda de un cortometraje de una invasión de robots gigantescos impactó a medio mundo por internet, entre cuyos espectadores parecieron encontrarse Raimi, Campbell y Tappert

Y pues aunque creo que fuimos varios los que sentimos un gancho al hígado cuando supimos que el remake a una de nuestras historias más queridas quedaba en manos de un director debutante, el trío de productores y creadores parece que mostraron muy buen ojo en su decisión.

Las tres décadas que separan al remake de la original no sólo están marcadas y trastocadas por el salto del cine orgánico al análogo; también las separan generaciones de espectadores insensibilizados por los media y convertidos en lisiados por la tecnología que prácticamente les entrega ya todo masticadito. Sin olvidar una programación de noticias por TV e internet que virtualmente los ha hecho espectadores cautivos del torture porn de la vida real.

En ese contexto, creo que un filme como el original en este momento sería prácticamente impensable e implausible. La hiperviolencia es de los pocos lenguajes que hoy día son internacionales. Esto, para la naturaleza de este remake, afortunadamente, es coherente.

En época de remake ad nauseam, sabemos ya que los buenos ejercicios deben de respetar la primicia, para de ahí correr como mejor les plazca. Evil Dead, de Fede Álvarez, estrenada en México como Posesión infernal (y que curiosamente reverencia el título que llevó la original en España, muy posiblemente una solución tras la utilización de Despertar del Diablo hace unos años en México, como título para el remake a The Hills Have Eyes…) hace lo propio y dinamita de cierta forma el butaquerío de las salas.

Los ingredientes del remake son exactamente los mismos de la original: cinco amigos (dos hombres y tres mujeres) encerrados en una cabaña en lo profundo del bosque, son víctimas de fuerzas demoniacas. La diferencia viene dada por las drogas como pretexto, la locura y la desintegración familiar como causa, y el realismo como contexto.

La fuerza casi surreal de la original es contenida casi de forma científica en el remake, y los excesos fantásticos se transforman en violencia macabra y de nota roja que impactan casi de igual manera que la original. La casi serie de sketches sangrientos inmaculados de la obra inicial, es el blueprint de un descenso a la tortura en el remake, en el que más allá de una simple reinterpretación de los perversos sucesos se trata de una especie de intervención sobre la original, que ofrece una intensa y emotiva apreciación sobre la obra de Raimi, y que permite sopesarla como una obra de arte que se deconstruye para continuar su valoración desde otros puntos de vista.

En el remake, prácticamente se presentan y reconfiguran elementos de las dos primeras entregas de la serie original, las torturas y castigos cambian de orden, sexo, condición y vehículos, pero la sangre es casi la misma. Lo que en la original es detonado por una simple curiosidad juvenil sobre un libro maldito, en el remake se detona de igual manera, aunque con un background de brujería y, sobre todo, dando énfasis en lo expuesto que puede estar el ser humano a las fuerzas sobrenaturales cuando se encuentra frágil emocional, mental y físicamente.

Álvarez muestra claramente su pertenencia a una generación, un momento histórico, fragmentado por la tecnología y su velocidad. Pero a pesar de eso, y a diferencia de muchos de sus colegas de generación cuya programación sensorial de videojuego no les permite hacer pausas entre las cascadas de imágenes, muestra capacidad para detenerse no precisamente en el detalle, aunque sí en la crónica de la imagen y alcanzar a ofrecer composiciones y retablos que permanecen en la mente. Hay que subrayar que en este filme las cosas no están dadas por los actos estúpidos de jóvenes idiotas y calenturientos, como sueles suceder en estos filmes de encierro y hormonas (como incluso sucedió en la versión original, aunque desde luego de manera brillante).

Aunque la fuerza y originalidad del filme de Raimi continúan insuperables, en las dos versiones coincide un ánima y energía por el medio y el género producto de la juventud. A pesar de las diferencias de presupuestos, de condiciones y necesidades, los dos momentos son los de dos debutantes con talento.