viernes, 27 de diciembre de 2013

Entrevista con Rafael Corkidi

A Rafael Corkidi tuve la fortuna de entrevistarlo en septiembre de 1999, para el diario unomásuno, como parte de un evento que se realizaría en el Centro Nacional de las Artes. Tenía mucha inquietud por preguntarle de su trabajo con Jodorowsky y de sus propias películas, pero simplemente me dijo que de eso no quería hablar, que quería dejarlo en el pasado. Entre Jodorowsky y Corkidi existió una fuerte pugna sobre la autoría de muchas secuencias de los filmes del cineasta chileno; sin duda, filmes como Fando y Lis, El Topo y Holy Mountain no habrían sido tan impactantes sin el trabajo de Corkidi en la fotografía.

Así, esta entrevista no aborda dichos temas, se centra en el trabajo de Corkidi con el video, como una alternativa a la excluyente industria fílmica. Queda ahí, como un documento que presenta ciertas opiniones de un artista de reales ideas independientes, y sirva hoy como un recuerdo ante el pequeño homenaje que se le brindará en Masacre en Xoco 2013. Mantuve el tiempo presente de la entrevista sólo por cuestión histórica pero, obviamente, esto pertenece a un pasado en el que aún vivía este gran cineasta, muerto apenas hace unos meses.

Han pasado ya más de 30 años de la explosión Pánica en el cine, de aquellas obras vanguardistas y de ruptura que Alexandro Jodorowsky orquestó al lado de varios compañeros afines y destacables. Un gran sello de aquellos filmes fue la fotografía que los acompañó. Obra de Rafael Corkidi, las imágenes de Fando y Lis, El Topo y La Montaña Sagrada trascendieron los parámetros establecidos por la industria nacional y formaron una nueva corriente que comenzó a establecerse en la subsecuente obra fílmica de Corkidi.

Sin embargo, con la realización de Deseos, último largometraje de Corkidi, las dificultades que salían al paso de cada producción y exhibición de las obras mencionadas se recrudecieron en varias experiencias que incluso llevaron al realizador a la cárcel, dejándolo con la idea de buscar libertad en otros medios.

“Mi encuentro con el video fue la solución que buscaba ante todas las limitaciones que tuve en el cine. Definitivamente, mi paso por el cine fue uno de los momentos más importantes de mi vida, pero este se vio truncado porque era difícil hacer las películas y, más aún, era exhibirlas”, Rafael Corkidi comenta con la experiencia como videoasta, alejado totalmente de las posibilidades del celuloide.

“Creo que el paso de cineasta a videasta fue lógico, un paso matemático en un país donde no hay cine. De nada sirve hacer cine si no hay dónde exhibirlo. El cine en Latinoamérica se ha vuelto como un proyecto utópico. El video, por otra parte, es un arte posible, un arte de verdad, factible. Además, creo que ambos son muy parecidos, pues tanto video como en cine lo que un director busca es contar una historia”.

“El cine en México no tiene un verdadero apoyo, aunque no creo que sea sólo en México donde suceda esto, pues en todo el mundo el 90 por ciento de la programación la conforman producciones hollywoodenses, siendo el 10 por ciento la reunión del resto de países. En el cine tuve muchos enemigos y carencias, y ahora en el video todo depende de lo que yo decida, estando en igualdad de circunstancias que en otras partes del mundo”.

Trabajando intensamente con el video desde inicios de la década antepasada, Rafael Corkidi ha sido uno de sus más importantes impulsores en el país. En 1986 convocó a la Primera Muestra de Videofilme; en 1990 fue organizador de la Primera Bienal de Video, y hoy preside (en septiembre de 1999) el jurado de los trabajos que participan en el Festival de Video y Artes Electrónicos Vide@rte, en la Sala Luis Buñuel del Centro de Capacitación Cinematográfica.

Para Corkidi, quien ha formado varias generaciones de videoastas y ha estudiado este medio a través de su trabajo magisterial en la Universidad de Guadalajara y ahora en la Universidad de las Américas en Puebla, la única diferencia entre el cine y video es el proceso de este último para la convocatoria y notoriedad entre las instancias culturales, pues aunque hay poco apoyo cuenta con mayores posibilidades.

“El video es posible sin apoyo; el cine, en cambio, no existe sin él. Además, existe el problema de los muy mal formados sindicatos; la televisión ha matado al cine y al teatro porque se ha llevado a los actores y los ha convertido en malos actores, entre otras cosas que en algún momento tuvimos y que ahora se han perdido”.

“Si en este momento decidiera hacer una película tardaría, más o menos, dos años en comenzar; y en cambio, si decido hacer un video, mañana mismo inicio. No es tanto la prisa, sino la posibilidad”. El video, asegura Corkidi, ha mejorado la técnica y la práctica del cine, al grado de que hoy día muchos realizadores se apoyan mucho en el video.

“Los grandes cineastas del momento utilizan constantemente el video; no sólo la parte virtual de éste, sino también la parte práctica, en la edición y el sonido. El video ha posibilitado a todos, en este momento (Francis Ford) Coppola, yo o tú podemos estar haciendo un video con las mismas herramientas, aquí o en Nueva York”.

“La tecnología del video está mucho más avanzada que la del cine. Primero, el cine es un proceso mecánico, y el video es un sistema electrónico que le da unos 50 años de ventaja. Mucha gente dice que el video no tiene la calidad del cine, y ahí entra una gran discusión y difusión, porque en ese aspecto cada una tiene su característica. Si se discutiera cuál tiene más calidad, entonces podemos pensar y discutir, pues la definición del video está definida por un señor que se llama Sony, y que cuando decida mejorarla lo hará. Pero esto no es algo que nos deba preocupar, porque no está en nuestras manos”.

El realizador ha encontrado en el video que la oposición que encontró en el cine se revierte, pues ofrece ventajas en mayor medida: es económico, inmediato, con libertad y democracia.

“Es difícil saber el camino que seguirá el video, porque es el arte más joven del mundo. De tal forma, creo que el trabajo que estamos realizando es para contestarnos esa pregunta. Por mi parte he encontrado que lo que podemos hacer en el video, y que no puede hacerse en el cine –no porque no se pueda, si no porque nadie lo ha hecho- son el video político-social y el erótico. Yo hago lo que quiero y puedo dentro del video; de tal forma que se lo que haré mañana”.

Con cerca de 30 videos de larga duración, que componen una obra llena de símbolos religiosos en busca de libertad y de trabajo social en forma de docudrama -con personajes como Rosario Ibarra, Heberto Castillo, Federico Silva y Benita Galeana, entre otros-, Rafael Corkidi parece que encontró su voz, asegurando que ya no piensa abandonar el video o cambiar por el cine.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Cuando José, el Enterrador llegó a México

Como ya se ha discutido considerablemente durante los últimos días, durante cerca de cuatro décadas José Mojica Marins y su filmografía fueron desconocidos para el resto del mundo (en los 70 visitó Sitges, y en Brasil llegó a ser mucho muy popular, pero a partir de los 80 pareció que en su nación querían que su obra fuera olvidada). Con el siglo XXI la cosa comenzó a cambiar, y fue así que sus filmes más importantes comenzaron a editarse en DVD e, inclusive, sucedió que en 2008, cerró su trilogía de Zé do Caixao de manera fenomenal con la extraordinaria Encarnação do Demônio.

En México, de manera inusitada, Once TV programó en 2002 tres filmes de Mojica Marins, así como el documental Maldito - O Estranho Mundo de José Mojica Marins, de André Barcinski e Ivan Finotti, una pieza importante para el reconocimiento final de este cineasta cuyo pensamiento y obra, sin duda, componen lo necesario para considerearsele malditos.

Para dicho evento, primero que permitió el visionado para el público mexicano de la obra de este autor (tuve la fortuna de ver dichos filmes meses antes, gracias a que mi hermano tuvo a bien traerlos de Los Ángeles en un viaje de trabajo), realicé una entrevista vía email, con Ivan Finotti, para el diario unomásuno. La información obtenida no es la más extensa ni extraordinaria, pero ahí queda registrada para recordar el primer paso de la mente de Zé do Caixao por tierras mexicanas, a quien podremos rendirle pleitesía durante la Segunda Edición del FERATUM FILM FEST, del 3 al 6 de octubre en Tlalpujahua, Michoacán; y el martes 8 en Cineteca Nacional. El texto publicado en su momento en el diario, después de la siguiente imagen.

A nadie extraña que a México nunca lleguen algunas películas e inclusive que las filmografías de cineastas continúen siendo desconocidas. Que no sean comerciales o que no despierten el interés de distribuidores nacionales, son razones comerciales suficientes para que la dieta fílmica en el país esté compuesta en su mayoría por producciones hollywoodenses.

Casi el colmo de esta ignorancia fílmica es la historia de un director brasileño que tras casi 40 años de carrera fílmica continúa siendo materia de los verdaderos iniciados en su arte, e incluso sus películas siguen siendo inaccesibles en propio país. Y aunque parezca contradictorio, México a partir de hoy será uno de los pocos países que haya presentado un ciclo de este realizador –tal vez el único en alguna televisora-, sobre todo, en televisión abierta. Pues hoy, a las 10:30 de la noche, y durante los siguientes tres sábados, Once TV proyectará tres películas (y un documental) de José Mojica Marins, mejor conocido por su alter ego Zé do Caixao (Coffin Joe).

Con la proyección de ¡Maldito!: El extraño mundo de José Mojica Marins (Coffin Joe: the strange world of José Mojica Marins), realizado por Andre Barcinski e Ivan Fonetti, el espectador mexicano será introducido al, literalmente, surrealista y excesivo mundo artística de este creador, caracterizado por sus largas uñas, su barba y sombrero de copa, así como por contar con una de las vidas artísticas más excéntricas.

En entrevista, Ivan Finotti habló sobre su experiencia tras conocer a Mojica Marins, a partir de la realización del documental mencionado, que resultó ganador en el Festival de Sundance de 2001.

“(Andre) Barcinski era un gran fan de Coffin Joe desde los años 80. Yo supe de él a partir de su afición, y posteriormente lo conocí personalmente con la realización del documental. Él realmente es una persona muy extraña: a razón de sus largas uñas debíamos contarle la comida para que pudiera tragarla; incluso teníamos que ayudarle a subirse el cierre del pantalón. Eso estaba atrofiando realmente sus manos, pues ya casi no las movía por el peso y la forma de las uñas. Pero no se las cortaba porque la gente lo contrataba para distintos espectáculos, y sus uñas era lo que causaba interés. Y así fue durante buena parte de los 70 y los 80”.

Barcinski supo de la obra del director cuando acudió a la proyección de El despertar de la bestia (O Despertar da Besta, que será proyectada en el ciclo de Once TV) en 1985, película que permaneció enlatada desde principios de los años 70, cuando fue realizada. La revelación de un autor apareció ante los ojos de Barcinski, quien comenzó a buscarlo y finalmente se encontró con un hombre alcohólico y poco agradable, de quien poco después se hizo su amigo.

“Ahora, la obra de Mojica Marins es un poco más respetada en Brasil, tras su éxito fuera de sus fronteras, aunque continúa siendo difícil ver su filmes. En EU se editaron en DVD tres de sus películas (por Fantoma, sello que también ha publicado Fando y Lis, de Alexandro Jodorowsky) y nosotros aún no podemos hacerlo. También allá editaron 13 películas en VHS (por Something Weird) a principios de los 90, y diez años sólo cinco de ellas han sido estrenadas en Brasil. De cualquier forma, mucho cine brasileño ha tenido muchos problema, sobre todo debido a la censura y la forma en que el gobierno dictatorial vio al cine”.

“Mojica Marins ha dirigido 31 películas –continúa Finotti-, las primeras de ellas fueron pornográficas y se trata de filmes como 24 horas de sexo explícito (1985), para la cual consiguió a la docena de mujeres más espantosas que pudo conseguir para hacer el trabajo. En su etapa de decadencia, durante los 80, realizó tres película pornográficas más”.

Zé do Caixao (Coffin Joe) surge en 1963 con la película A meia-noite levarei sua alma (A media noche tomaré tu alma), en la que este personaje se presenta como un verdadero sátiro que bajo amenazas y vejaciones, aterroriza a todos los habitantes de un pequeño poblado, pues está en busca de la mujer perfecta para continuar con su extripe. Sin embargo, parece que el mal que ha hecho en el pueblo se le revertirá de manera sobrenatural.

Así fue como nació Zé do Caixao, y las particulares inquietudes fílmicas y artísticas de Mojica Marins, quien fue a contracorriente de la crítica que aplaudía el ‘cinema novo’, y que en las historias de violaciones, posesiones, abusos de drogas, necrofilia, tortura, canibalismo, asesinato y otras temas tabú que su cine abordó, hizo creer a la crítica que se trató de una mente enferma con poco talento.

Pero a pesar de que el cine de Mojica Marins compone un cine de ruptura, apoyado fuertemente en el sentido sensacionalista de su personajes, esas características ofrecen una de las visiones más auténticas y críticas en su momento. El cine de este realizador no permite concesiones dramáticas y, a pesar de la fuerte censura sufrida en Brasil, arremetió contra las creencias y las leyes, contra las fuerzas de poder y la misma sociedad. Mojica Marins se convirtió en un animador de su sociedada partir de la explotación de lo más brutal de ella misma y que durante cierto tiempo lo convirtió, inclusive, en una especie de boggeyman, coco, que era citado por las madre para asustar a los niños malportados.

En su momento álgido, a parte de sus 31 películas, fue presentador de distintas series de suspenso y terror en la televisión brasileña; grabó discos; le compusieron su propia canción; escribió sus propias historietas en las que él mismo era el presentador, y varias cosas más, hasta que el ocaso llegó.

El documental que se transmitirá por Once TV habla de esto, además de presentar filmaciones inéditas y relatos de voz del propio Marins; mientras que las películas que se programarán conforman la trilogía más importante del realizador [además de su primer filme como Zé de Caixao y el documental, se transmitieron el segundo de la trilogía, y O desperatr da Besta. Seis años más tarde de este ciclo, Mojica Marins realizaría el brillante cierre de la trilogía, que en México pudo verse en la edición del Festival Macabro en 2009, y cuyo comentari pueden leer en este mismo espacio].

“Son sus mejores películas, las filmó con los conocimientos que él mismo aprendió. Nunca tomó clases o leyó libro alguno sobre cine. Sus primeras cuatro o cinco películas están hechas con esa percepción, y por eso son únicas. Después de eso conoció a otros realizadores, vio muchas películas modernas y fue influido por ellas. Fue una lástima”, agrega Finotti.

sábado, 8 de junio de 2013

Reseñas: Maniac / Texas Chainsaw 3D / John Dies at the End / Stoker / Star Trek Into Darkness

El reciente visionado de cine en salas hechas y derechas, así como a través de formatos clandestinos, me ha permitido ver casi puras experiencias fílmicas de refritos, puestas al día y demás maneras de continuar explotando fórmulas ya sobadas o aún inacabadas, a según la opinión de cada uno. Me he encontrado con algunas cosas sorprendentes y con otras no tanto, pero no puedo negar que me he divertido.

Maniac (Franck Khalfoun, 2012) No puedo decir, de hecho, que hasta el momento haya visto bien esta película, pues la experiencia fue a partir de una copia clandestina con un subtitulaje desincronizado y casi no lineal ¡a partir de un doblaje de algún país balcánico!... una de esas cosas extrañas e inexplicables que suceden en el mercado del cine clandestino. El caso es que, fuera de estas condiciones, la película tampoco resultó sobresaliente. En 1980 el cineasta William Lustig y el actor Joe Spinell presentaron al mundo el filme en el que este remake se basa, se trató de un ominoso, original e impactante filme que casi en primera persona dramatiza el ocaso de Frank Zito (ah, cómo me gusta ese nombre), un asesino en serie neoyorkino cuya necesidad parece surgir ante el recuerdo de una madre abusiva y que sumado a su oficio como prostituta lo marcó de por vida. El tono introspectivo del filme y la enrarecida atmósfera y diseño logrado por Lustig y su equipo, crearon un parangón de la culpa y el sufrimiento fílmico que hicieron de la actuación de Spinel algo inolvidable, marcado por los severos e inigualables efectos de maquillaje compuestos por el maestro Tom Savini. En el remake, aquel tono introspectivo es definido absolutamente por la cámara que marca el punto de vista del asesino, interpretado por Elijah Wood (creo que a leguas un miscast), una decisión interesante aunque a ratos parece demasiado obvia. Y es así que el asunto en esta nueva versión se torna demasiado obvio, pues la narración en primera persona, en una época cuando el asesino en serie está más que definido y opinado, es casi chocante y llena de lugares comunes. La lograda y amenazante puesta en escena del original (compuesta por un grupo de creadores neoyorkinos que conocían bien su entorno) se convierte en algo artificioso y hueco en este remake (producido y realizado por un grupo de cineasta franceses, con Alexander Ajá a la cabeza, aunque con la anuencia del propio Lustig) resultando casi en una caricatura. Si en la original un elemento importante y definitorio lo fueron los efectos de maquillaje, en el remake no podían dejar de serlo; se trata de un trabajo bien ejecutado, aunque carente del impacto y los alcances de violencia como en el original. A pesar de todo, la secuencia en la que aparece el título del filme difícilmente será olvidada por su impacto, y es interesante y casi sensible ver que quienes se encargan de esta labor son los artesanos de la KNB, cuyos fundadores se iniciaron en la industria como aprendices del propio Savini. El filme, sin duda, fue hecho por cineastas fanáticos del género y con respeto por el original. Desafortunadamente en muchas ocasiones no basta con las buenas intenciones para lograr algo meritorio. Y, de cualquier forma, resta que vea en buena condiciones esta película.

Texas Chainsaw 3D (John Luessenhop, 2013) Para mala fortuna de esta producción, los exhibidores o su distribuidora en México decidieron estrenarla una semana después del remake a Evil Dead, lo que ofreció pocas posibilidades de que la viera un público nutrido. De cualquier forma, quién sabe si habría asistido un mayor público cuando este se deja llevar fácilmente por los prejuicios y los comentarios infundados de de arribistas y ‘especialistas’ de generación espontánea. A pesar de que no se trata de una maravilla, esta secuela a la obra maestra original de Tobe Hooper resulta un entretenido vehículo del género, en el que nadie se avergonzó en explotar las dádivas del mismo y del formato 3D (aunque, igualmente, creo que lo podrían haber explotado mucho más). Arrancando inmediatamente después del filme que inició esta saga (resumido durante la secuencia de créditos iniciales, para la cual se reformatearon deliciosamente a 3D algunas escenas), la historia toma como excusa la existencia de un miembro desconocido de la familia de caníbales (aunque rescatado truculentamente, pero haciendo buen uso de las posibilidades narrativas), separado tras una masacre a muy temprana edad, y cuya herencia reencuentra a este personaje con su pasado veinte años después. Ese joven miembro de la familia es una preciosa jovencita (Alexandra Daddario) quien tras anunciársele de la nada que es la única heredera de una mansión en Texas, acude al encuentro de su pasado y de un asesino con sierra de motor en mano que resulta ser su tío. La historia está hilada y presente para la explotación simple y llana de los mitos creados por Hooper y Kim Henkel en una manera entretenida y efectiva. Enfrentar una sierra que es arrojada hacia nuestros ojos u otra que parece rebanarnos la cara, sumada a violencia gratuita de fantasía y rostros y cuerpos bellos, se agradece en un filme que busca tan sólo entretener.

John Dies at the End (Don Coscarelli, 2012) Tras ver John Dies at the End, uno como espectador entiende que a Don Coscarelli le gusta lo barroco y, además, le queda muy bien. Recuerdo con felicidad que en un documental sobre Phantasm (1979), aquel gran primer filme fantástico de este realizador, comentaba que su influencia para aquella alucinante historia de esferas asesinas voladoras y enanos emigrantes clandestinos asesinos de otra dimensión era producto de su interés por la corriente surrealista. Ya sabiendo eso, sus alucinantes historias cobran más lógica… por decirlo de cierta forma. Y un filme como JDATE, sólo pudo ser construido por una mente talentosa y con la capacidad para comprender y narrar no únicamente de forma lineal. Basado en la novela del mismo nombre escrita por David Wong, el filme presenta una aventura de un par de jóvenes que vía una droga extraterrestre entran a un submundo producto de otra dimensión y que los convierte en investigadores de lo extraño. En el metraje de esta producción se nota en ocasiones lo complicado que debió ser transportar al celuloide una historia plagada de vueltas, personajes y situaciones sorprendentes e inesperadas; es decir, hay momentos que se nota no llegaron a concretarse del todo, aunque esto no impide que se trate de una película alucinante y divertida. Coproducido por Paul Giamatti (quien, según dice en una entrevista para la revista Rue Morgue, buscó trabajar con el realizador desde que vio Bubba Ho-Tep, previo largo de Coscarelli a este), el filme es completamente solvente, y es una aventura que parece implicar una transición de los géneros y temas, pues si hasta hace unos años una aventura un tanto ‘juvenil’ aún remitía a clásicos de aventuras y pulp fiction, esta obra remite ya a autores más ‘postmodernos’, como Cronenberg, Romero, Barker, William Gibson o Grant Morrison. Un gran filme que merecería el éxito masivo y convertirse en la saga que busca ser.

Stoker (Park Chan-wook, 2012) Aunque no han faltado comentarios insensatos que aseguran que este se trata de un filme fallido, además de que supone la prostitución de Chan-wook ante la industria gringa, Stoker implica un thriller inolvidable. El filme está producido por los hermanos Ridley y Tony Scott y escrito por Wenworth Miller (protagonista del melodrama carcelario Prison Break). Sin chistar puede decirse que la anécdota del filme es poco menos que vulgar: una madre y una hija (Nicole Kidman y Mia Wasikowska) cuyas vidas fueron trastornadas por la muerte del esposo y padre, y que comienzan a ser trastocadas de nuevo con el regreso de un tío extraño quien, además de traer una fuerte tensión sexual al triángulo que conforman, despierta una pulsión genética que parecía haber estado dormida en la sobrina. Eso, entonces, corre con la suerte de encontrarse con un cineasta del calibre del coreano y se convierte en una obra audiovisual de belleza apabullante; un ejercicio de estilo y narrativa en el que los recuerdos invaden el orden de la narración en un vaivén que se viste con detalles (una colección de zapatos del mismo modelo que han ido cambiando de número a cada año, transiciones entre secuencias de una imaginación inexplicable, una metáfora acerca de la caza que manifiesta la naturaleza de la sobrina y el tío), y que terminan por construir al filme y que son obra del cineasta, como comentó en una entrevista para la revista Diabolique. Apenas con 12 millones de dólares de presupuesto (un cacahuate, en comparación a los presupuestos de filmes modestos en la actualidad hollywoodense que difícilmente permanecen por debajo de los 20 millones), Chan-wook logra un filme de belleza inigualable y que sobresale como algo personal, a pesar de que en la inspiración para el guionista confluyeron Hitchock y el Drácula de Stoker, de ahí el título.

Star Trek: Into Darkness (J. J. Abrahams, 2013) Hay que ser realistas: en este mundo no todos fuimos, somos o seremos treekies. Como le sucedió a todo niño o adolescente (supongo) me chuté algunos capítulos de la Star Trek original, de la New Generation, vi algunas películas en cine (creo que incluso la celebrada Wrath of Khan, dirigida por Nicholas Meyer), y la primera del reboot de Abrahams me pareció endiabladamente entretenida. Pero nunca pensé que Star Trek: Into Darkness fuera a gustarme tanto como sucedió. El filme presenta los conflictos internos y externos de un drama épico, la aventura y la acción necesaria para disparar los resortes esperados en el público; es decir, no se trata más que de un vehículo de entretenimiento puro, pero cuando sus creadores lo hacen con pleno conocimiento y oficio, esto puede tratarse de una obra maestra. Desde la secuencia inicial (que no dejó de ser vertiginosa, a pesar de que ya nos la habían proyectado como adelanto previo durante las funciones de The Hobbit) el filme evoluciona en una escalada de eventos que casi llevan a la taquicardia, y que al llegar casi al límite se arrojan en uno de los descensos más demenciales e intensos de los que tenga en mi memoria fílmica. Esa caída de la nave Vengeance, estrellándose sobre San Francisco y entregando a su demencial y casi admirable piloto Khan de pie ante una amenazada humanidad, es una arrojada aventura que sirve como metáfora del mismo logro de este filme: arrojarse a la aventura, pero no para morir, sino para capturar y reproducir la experiencia en pantalla.

sábado, 6 de abril de 2013

EVIL DEAD (Posesión Infernal), de Federico Álvarez

The Evil Dead, filme conocido desde hace 30 años en México como El despertar del Diablo, conjura extrañas pasiones y emociones en un grupo de espectadores que año con año continúa creciendo.

The Evil Dead es un filme peculiar: fue realizado en distintos momentos durante un periodo de cinco años (entre 1978 y 1982), por un grupo de cinéfilos comandados por Sam Raimi, con tan sólo 300 mil dólares conseguidos de distintas partes, con la idea de hacer un filme de horror (aunque la musa de sus creadores era más bien la comedia slapstick) y creando una de los ficciones más salvajes que se hayan visto en la pantalla de cine. The Evil Dead, así, en poco más de 80 minutos de metraje compone un festín de sangre (en diversos colores), amputaciones, escenas inolvidables, energía e inteligencia aún pulsante en celuloide. O se le ama o se le odia. Una tortura sensorial o una comedia extraña.

Los que la amamos y reverenciamos, creemos que es una de las grandes obras de arte del medio fílmico. Es movimiento e imaginación fílmica desbocados como no se había visto hasta ese momento. Por ende, es un diamante en bruto. Como tal, único y e inigualable. Intentar hacer una copia, sería aberrante y absurdo. No obstante tuvo hermanas: una secuela que prácticamente la iguala, y un tercer capítulo que es muy divertido y reverencial. Pero una nueva versión resultaba impensable.

Desde hace unos diez años, sin embargo, el propio Raimi (junto a Bruce Campbell y Robert Tappert, coproductores del filme, y el primero protagonista del mismo) había intentado conjurar lo necesario para recontar su gran historia para la actualidad. Recuerdo que entre los directores que Raimi deseaba contratar estaba Takashi Miike, quien para decepción de medio mundo, dijo que no estaba interesado.

Y así, llegamos al 5 de abril de 2013. Día del estreno del buscado remake, bajo la dirección de un debutante en el largometraje: Federico Álvarez, incipiente cineasta uruguayo que con la ayuda de un cortometraje de una invasión de robots gigantescos impactó a medio mundo por internet, entre cuyos espectadores parecieron encontrarse Raimi, Campbell y Tappert

Y pues aunque creo que fuimos varios los que sentimos un gancho al hígado cuando supimos que el remake a una de nuestras historias más queridas quedaba en manos de un director debutante, el trío de productores y creadores parece que mostraron muy buen ojo en su decisión.

Las tres décadas que separan al remake de la original no sólo están marcadas y trastocadas por el salto del cine orgánico al análogo; también las separan generaciones de espectadores insensibilizados por los media y convertidos en lisiados por la tecnología que prácticamente les entrega ya todo masticadito. Sin olvidar una programación de noticias por TV e internet que virtualmente los ha hecho espectadores cautivos del torture porn de la vida real.

En ese contexto, creo que un filme como el original en este momento sería prácticamente impensable e implausible. La hiperviolencia es de los pocos lenguajes que hoy día son internacionales. Esto, para la naturaleza de este remake, afortunadamente, es coherente.

En época de remake ad nauseam, sabemos ya que los buenos ejercicios deben de respetar la primicia, para de ahí correr como mejor les plazca. Evil Dead, de Fede Álvarez, estrenada en México como Posesión infernal (y que curiosamente reverencia el título que llevó la original en España, muy posiblemente una solución tras la utilización de Despertar del Diablo hace unos años en México, como título para el remake a The Hills Have Eyes…) hace lo propio y dinamita de cierta forma el butaquerío de las salas.

Los ingredientes del remake son exactamente los mismos de la original: cinco amigos (dos hombres y tres mujeres) encerrados en una cabaña en lo profundo del bosque, son víctimas de fuerzas demoniacas. La diferencia viene dada por las drogas como pretexto, la locura y la desintegración familiar como causa, y el realismo como contexto.

La fuerza casi surreal de la original es contenida casi de forma científica en el remake, y los excesos fantásticos se transforman en violencia macabra y de nota roja que impactan casi de igual manera que la original. La casi serie de sketches sangrientos inmaculados de la obra inicial, es el blueprint de un descenso a la tortura en el remake, en el que más allá de una simple reinterpretación de los perversos sucesos se trata de una especie de intervención sobre la original, que ofrece una intensa y emotiva apreciación sobre la obra de Raimi, y que permite sopesarla como una obra de arte que se deconstruye para continuar su valoración desde otros puntos de vista.

En el remake, prácticamente se presentan y reconfiguran elementos de las dos primeras entregas de la serie original, las torturas y castigos cambian de orden, sexo, condición y vehículos, pero la sangre es casi la misma. Lo que en la original es detonado por una simple curiosidad juvenil sobre un libro maldito, en el remake se detona de igual manera, aunque con un background de brujería y, sobre todo, dando énfasis en lo expuesto que puede estar el ser humano a las fuerzas sobrenaturales cuando se encuentra frágil emocional, mental y físicamente.

Álvarez muestra claramente su pertenencia a una generación, un momento histórico, fragmentado por la tecnología y su velocidad. Pero a pesar de eso, y a diferencia de muchos de sus colegas de generación cuya programación sensorial de videojuego no les permite hacer pausas entre las cascadas de imágenes, muestra capacidad para detenerse no precisamente en el detalle, aunque sí en la crónica de la imagen y alcanzar a ofrecer composiciones y retablos que permanecen en la mente. Hay que subrayar que en este filme las cosas no están dadas por los actos estúpidos de jóvenes idiotas y calenturientos, como sueles suceder en estos filmes de encierro y hormonas (como incluso sucedió en la versión original, aunque desde luego de manera brillante).

Aunque la fuerza y originalidad del filme de Raimi continúan insuperables, en las dos versiones coincide un ánima y energía por el medio y el género producto de la juventud. A pesar de las diferencias de presupuestos, de condiciones y necesidades, los dos momentos son los de dos debutantes con talento.