El reciente visionado de cine en salas hechas y derechas, así como a través de formatos clandestinos, me ha permitido ver casi puras experiencias fílmicas de refritos, puestas al día y demás maneras de continuar explotando fórmulas ya sobadas o aún inacabadas, a según la opinión de cada uno. Me he encontrado con algunas cosas sorprendentes y con otras no tanto, pero no puedo negar que me he divertido.
Maniac (Franck Khalfoun, 2012) No puedo decir, de hecho, que hasta el momento haya visto bien esta película, pues la experiencia fue a partir de una copia clandestina con un subtitulaje desincronizado y casi no lineal ¡a partir de un doblaje de algún país balcánico!... una de esas cosas extrañas e inexplicables que suceden en el mercado del cine clandestino. El caso es que, fuera de estas condiciones, la película tampoco resultó sobresaliente. En 1980 el cineasta William Lustig y el actor Joe Spinell presentaron al mundo el filme en el que este remake se basa, se trató de un ominoso, original e impactante filme que casi en primera persona dramatiza el ocaso de Frank Zito (ah, cómo me gusta ese nombre), un asesino en serie neoyorkino cuya necesidad parece surgir ante el recuerdo de una madre abusiva y que sumado a su oficio como prostituta lo marcó de por vida. El tono introspectivo del filme y la enrarecida atmósfera y diseño logrado por Lustig y su equipo, crearon un parangón de la culpa y el sufrimiento fílmico que hicieron de la actuación de Spinel algo inolvidable, marcado por los severos e inigualables efectos de maquillaje compuestos por el maestro Tom Savini. En el remake, aquel tono introspectivo es definido absolutamente por la cámara que marca el punto de vista del asesino, interpretado por Elijah Wood (creo que a leguas un miscast), una decisión interesante aunque a ratos parece demasiado obvia. Y es así que el asunto en esta nueva versión se torna demasiado obvio, pues la narración en primera persona, en una época cuando el asesino en serie está más que definido y opinado, es casi chocante y llena de lugares comunes. La lograda y amenazante puesta en escena del original (compuesta por un grupo de creadores neoyorkinos que conocían bien su entorno) se convierte en algo artificioso y hueco en este remake (producido y realizado por un grupo de cineasta franceses, con Alexander Ajá a la cabeza, aunque con la anuencia del propio Lustig) resultando casi en una caricatura. Si en la original un elemento importante y definitorio lo fueron los efectos de maquillaje, en el remake no podían dejar de serlo; se trata de un trabajo bien ejecutado, aunque carente del impacto y los alcances de violencia como en el original. A pesar de todo, la secuencia en la que aparece el título del filme difícilmente será olvidada por su impacto, y es interesante y casi sensible ver que quienes se encargan de esta labor son los artesanos de la KNB, cuyos fundadores se iniciaron en la industria como aprendices del propio Savini. El filme, sin duda, fue hecho por cineastas fanáticos del género y con respeto por el original. Desafortunadamente en muchas ocasiones no basta con las buenas intenciones para lograr algo meritorio. Y, de cualquier forma, resta que vea en buena condiciones esta película.
Texas Chainsaw 3D (John Luessenhop, 2013) Para mala fortuna de esta producción, los exhibidores o su distribuidora en México decidieron estrenarla una semana después del remake a Evil Dead, lo que ofreció pocas posibilidades de que la viera un público nutrido. De cualquier forma, quién sabe si habría asistido un mayor público cuando este se deja llevar fácilmente por los prejuicios y los comentarios infundados de de arribistas y ‘especialistas’ de generación espontánea. A pesar de que no se trata de una maravilla, esta secuela a la obra maestra original de Tobe Hooper resulta un entretenido vehículo del género, en el que nadie se avergonzó en explotar las dádivas del mismo y del formato 3D (aunque, igualmente, creo que lo podrían haber explotado mucho más). Arrancando inmediatamente después del filme que inició esta saga (resumido durante la secuencia de créditos iniciales, para la cual se reformatearon deliciosamente a 3D algunas escenas), la historia toma como excusa la existencia de un miembro desconocido de la familia de caníbales (aunque rescatado truculentamente, pero haciendo buen uso de las posibilidades narrativas), separado tras una masacre a muy temprana edad, y cuya herencia reencuentra a este personaje con su pasado veinte años después. Ese joven miembro de la familia es una preciosa jovencita (Alexandra Daddario) quien tras anunciársele de la nada que es la única heredera de una mansión en Texas, acude al encuentro de su pasado y de un asesino con sierra de motor en mano que resulta ser su tío. La historia está hilada y presente para la explotación simple y llana de los mitos creados por Hooper y Kim Henkel en una manera entretenida y efectiva. Enfrentar una sierra que es arrojada hacia nuestros ojos u otra que parece rebanarnos la cara, sumada a violencia gratuita de fantasía y rostros y cuerpos bellos, se agradece en un filme que busca tan sólo entretener.
John Dies at the End (Don Coscarelli, 2012) Tras ver John Dies at the End, uno como espectador entiende que a Don Coscarelli le gusta lo barroco y, además, le queda muy bien. Recuerdo con felicidad que en un documental sobre Phantasm (1979), aquel gran primer filme fantástico de este realizador, comentaba que su influencia para aquella alucinante historia de esferas asesinas voladoras y enanos emigrantes clandestinos asesinos de otra dimensión era producto de su interés por la corriente surrealista. Ya sabiendo eso, sus alucinantes historias cobran más lógica… por decirlo de cierta forma. Y un filme como JDATE, sólo pudo ser construido por una mente talentosa y con la capacidad para comprender y narrar no únicamente de forma lineal. Basado en la novela del mismo nombre escrita por David Wong, el filme presenta una aventura de un par de jóvenes que vía una droga extraterrestre entran a un submundo producto de otra dimensión y que los convierte en investigadores de lo extraño. En el metraje de esta producción se nota en ocasiones lo complicado que debió ser transportar al celuloide una historia plagada de vueltas, personajes y situaciones sorprendentes e inesperadas; es decir, hay momentos que se nota no llegaron a concretarse del todo, aunque esto no impide que se trate de una película alucinante y divertida. Coproducido por Paul Giamatti (quien, según dice en una entrevista para la revista Rue Morgue, buscó trabajar con el realizador desde que vio Bubba Ho-Tep, previo largo de Coscarelli a este), el filme es completamente solvente, y es una aventura que parece implicar una transición de los géneros y temas, pues si hasta hace unos años una aventura un tanto ‘juvenil’ aún remitía a clásicos de aventuras y pulp fiction, esta obra remite ya a autores más ‘postmodernos’, como Cronenberg, Romero, Barker, William Gibson o Grant Morrison. Un gran filme que merecería el éxito masivo y convertirse en la saga que busca ser.
Stoker (Park Chan-wook, 2012) Aunque no han faltado comentarios insensatos que aseguran que este se trata de un filme fallido, además de que supone la prostitución de Chan-wook ante la industria gringa, Stoker implica un thriller inolvidable. El filme está producido por los hermanos Ridley y Tony Scott y escrito por Wenworth Miller (protagonista del melodrama carcelario Prison Break). Sin chistar puede decirse que la anécdota del filme es poco menos que vulgar: una madre y una hija (Nicole Kidman y Mia Wasikowska) cuyas vidas fueron trastornadas por la muerte del esposo y padre, y que comienzan a ser trastocadas de nuevo con el regreso de un tío extraño quien, además de traer una fuerte tensión sexual al triángulo que conforman, despierta una pulsión genética que parecía haber estado dormida en la sobrina. Eso, entonces, corre con la suerte de encontrarse con un cineasta del calibre del coreano y se convierte en una obra audiovisual de belleza apabullante; un ejercicio de estilo y narrativa en el que los recuerdos invaden el orden de la narración en un vaivén que se viste con detalles (una colección de zapatos del mismo modelo que han ido cambiando de número a cada año, transiciones entre secuencias de una imaginación inexplicable, una metáfora acerca de la caza que manifiesta la naturaleza de la sobrina y el tío), y que terminan por construir al filme y que son obra del cineasta, como comentó en una entrevista para la revista Diabolique. Apenas con 12 millones de dólares de presupuesto (un cacahuate, en comparación a los presupuestos de filmes modestos en la actualidad hollywoodense que difícilmente permanecen por debajo de los 20 millones), Chan-wook logra un filme de belleza inigualable y que sobresale como algo personal, a pesar de que en la inspiración para el guionista confluyeron Hitchock y el Drácula de Stoker, de ahí el título.
Star Trek: Into Darkness (J. J. Abrahams, 2013) Hay que ser realistas: en este mundo no todos fuimos, somos o seremos treekies. Como le sucedió a todo niño o adolescente (supongo) me chuté algunos capítulos de la Star Trek original, de la New Generation, vi algunas películas en cine (creo que incluso la celebrada Wrath of Khan, dirigida por Nicholas Meyer), y la primera del reboot de Abrahams me pareció endiabladamente entretenida. Pero nunca pensé que Star Trek: Into Darkness fuera a gustarme tanto como sucedió. El filme presenta los conflictos internos y externos de un drama épico, la aventura y la acción necesaria para disparar los resortes esperados en el público; es decir, no se trata más que de un vehículo de entretenimiento puro, pero cuando sus creadores lo hacen con pleno conocimiento y oficio, esto puede tratarse de una obra maestra. Desde la secuencia inicial (que no dejó de ser vertiginosa, a pesar de que ya nos la habían proyectado como adelanto previo durante las funciones de The Hobbit) el filme evoluciona en una escalada de eventos que casi llevan a la taquicardia, y que al llegar casi al límite se arrojan en uno de los descensos más demenciales e intensos de los que tenga en mi memoria fílmica. Esa caída de la nave Vengeance, estrellándose sobre San Francisco y entregando a su demencial y casi admirable piloto Khan de pie ante una amenazada humanidad, es una arrojada aventura que sirve como metáfora del mismo logro de este filme: arrojarse a la aventura, pero no para morir, sino para capturar y reproducir la experiencia en pantalla.
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