La suerte de la animación ha sido parecida a la de la historieta, pues en términos generales se le ha tomado como un simple vehículo de entretenimiento infantil. Pero la realidad es otra, aunque ha sido poco explorada. El cine de Hayao Miyasaki, en años recientes, ha mostrado la riqueza que guarda el medio y su forma. El claro en forma, y complejo en mensaje, cine de Miyasaki no es el único cine de animación que subvierte el concepto generalizado de animación.
Jan Svankmajer es, sin duda, otro maestro de la animación subversiva que ha trascendido la forma y quien con su original propuesta de animación, ha enriquecido el cine en general y ha creado escuela. Aunque Svankmajer posee una carrera en la animación de prácticamente medio siglo, su discurso continúa siendo materia prácticamente de especialistas. En México, sus largometrajes han sido transmitidos esporádicamente por televisión y distribuido en circuitos alternos de DVD y videoclubs. Ahora, por primera vez, podrá verse en cine durante la 9ª edición del Festival Macabro, que incia este jueves 19 de agosto de 2010.
Entre los seguidores de Svankmajer se encuentran maestros contemporáneos de la animación y las artes audiovisuales, como Terry Gilliam, Tim Burton, Dave McKean, Guillermo del Toro y, entre otros, los hermanos Quay, estos últimos quienes a partir de cortometrajes animados muy cercanos al estilo de Svankmajer han creado, ya, un universo totalmente personal.
El universo de este autor, por su parte, se encuentra marcado por dos experiencias que, como él mismo asegura, se trata de dos de los sucesos que en mayor medida marcan la vida de cualquier individuo: la infancia y los sueños.
Previo a su inserción en el cine, Svankmajer se acicala y especializa en arte dramático y marionetas, en lugares tan notables y trascendentes como lo son el Teatro de Máscaras, el teatro multimedia Linterna Mágica y el Teatro Negro, todos en Praga. Tras una experiencia manipulando marionetas para una adaptación fílmica a la ópera Doktor Faust (Emil Radok, 1958), decide aventurarse en la creación fílmica, y es así que realiza su primer cortometraje The Last Trick (1964), donde una competencia entre magos sirve prácticamente como carta de principios de este autor. Ya, la utilización del cuerpo humano como uno más de lo objetos a animar se suma a una edición de detalle casi barroco y hallazgos únicos.
Así, durante los siguientes 25 años, realiza alrededor de 20 cortometrajes en los que las inquietudes surrealistas le dan forma a un discurso dadaista en el que, por igual, incurren los principios lúdicos, inquisitorios y perversos de la infancia; el deseo carnal hasta llegar a terrenos caníbales; así como las variaciones de vida vistas a través del cristal surrealista.
A mediados de los años 60, de hecho, Svankmajer se une al grupo surrealista checo, único activo en todo el mundo, y con el cual finalmente concentra su trabajo en la exploración del surrealismo como una filosofía, no como una simple estética: “El surrealismo ha ido más allá del periodo entre guerras, se trata de un organismo vivo”, como bien ha dicho.
El surrealismo le permite entonces crear un retablo fílmico como obra, en el que igualmente cabe el comentario en contra del sistema en forma de metáfora; pero esto, en las inmediaciones de un gobierno comunista, le legó a Svankmajer un veto durante los años 70, obligándolo a continuar su trabajo únicamente en forma plástica, con esculturas e ilustraciones.
Es ya entrados los años 80, cuando se le permite continuar con su obra, pero con la condición de que se concentre en la adaptación de clásicos de la literatura, para impedirle el comentario política. Pero la opinión acerca del sistema (que no desaparece del todo) es menor y vulgar en comparación con lo logrado por Svankmajer en el terreno estético, dramático y psicológico como un conjunto presente en estas adaptaciones.
A partir de 1988, Svankmajer inicia su trabajo en largometraje con una adaptación al clásico de Lewis Carrol: Alice, en la que el realizador lleva a terrenos inesperados su gramática fílmica, en la que la animación de objetos y seres vivos constituye el redescubrimiento del mundo y sus mensajes, enmarcado en un escenario que mezcla guiñol con el gran guiñol, y que es la vida misma. El mundo de Svankmajer, así, es uno en el que el lenguaje figurado cohabita con el literal. Le siguen una adaptación a Goethe: Fausto (1994), la originalísima Los conspiradores del placer (1996), El pequeño Otik (2000), basada en una leyenda checa, y Lunacy (2006), una pesadilla que abreva de Poe y De Sade.
No es arriesgado ni difícil decir que nada se parece al cine de Jan Svankmajer. En sus manos, los clásicos se transforman en obras propias que exploran la materia de los sueños, y la vida misma como parte de ellos. A partir del viernes 20 de agosto, como parte del Festival Macabro 2010, la mencionada pentalogía podrá ser admirada.
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