miércoles, 15 de septiembre de 2010

Micmacs: Un plan de locos

A veces, para celebrar la vida, hay que hablar de lo malo de ella. Jean Pierre Jeunet no tiene problema en hacerlo, sobre todo cuando todos sus discursos terminan haciéndonos disfrutar, por muchas miserias que lleguen a colarse.

Micmacs: A tire-larigot (Micmacs: Un plan de locos, 2009) es la prueba más reciente de esto. En ella, de entrada el autor romantiza y embauca al espectador con Bazil, un protagonista que es encargado de un videoclub, enamorado del cine que recita los diálogos de los personajes de sus filmes favoritos mientras los ve en DVD y se receta una sobredosis de azúcar. Pero su rito es interrumpido cuando una balacera parece salir de la pantalla y se instala afuera del videoclub: de ésta, surge una bala que se aloja en el cráneo de este cinéfilo, para darle una vuelta de tuerca al relato.

Meses después, con su bala en la cabeza (una decisión un tanto azarosa de parte de los cirujanos que lo atendieron), encuentra que su trabajo ya no le pertenece y, por tanto, la única posibilidad parece ser la indigencia. Ahí, entonces, se constituye el personaje prototípico en la filmografía de este realizador francés: un individuo minimizado por el establishment, y quien a pesar de esto saldrá avante.

En su miseria económica y peculiaridad humana (además de su cascabel en el cráneo, se trata de un individuo con peculiar capacidad estratégica, así como para la comunicación a señas), se encuentra con una banda de outsiders que sobreviven con base en el trabajo en equipo, uniendo conocimientos y destrezas peculiarísimas. En ese trance, Bazil recuerda que fue una bala la que lo dejó sin padre, y ha sido una bala la que lo ha arrojado a la calle: ha encontrado entonces un sentido a su nueva vida.

Así, Jeunet inicia un intenso y singular alegato en contra de las armas y la vida que la presencia absoluta de éstas nos ha legado. El filme es un complejísimo y deslumbrante plan maestro para desmantelar el imperio de dos fabricantes de armamento, por supuesto, con base en una barroca forma de pensar y, por ende, de construir las imágenes sobre la pantalla.

Este filme, ha sido estrenado en un reducido número de pantallas de cine del país desde la semana pasada, por lo que desafortunadamente no se le augura mucho tiempo más en ellas. Ojalá se animen a verla, y aprovechando aquí les dejó algo que escribí sobre Jeunet para la revista Cinemanía, hace ya varios meses.




Marginales fueron, tal vez podemos aventurar a decir, las propuestas cinematográficas más indelebles, originales, audaces e impactantes a fines del siglo XX. No se habla comúnmente de una generación cinematográfica de los años 90 del pasado siglo con marcada insistencia; no obstante, autores como John Woo, Quentin Tarantino, Guillermo del Toro, Robert Rodríguez, Álex de la Iglesia, Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro, propusieron la subversión de los cánones cinematográficos como placebo a la transición finisecular, en aquel momento y a pesar de la variedad en sus edades. Todos en sus peculiares intereses y voz autoral, aunque unidos por ideas que en otras ocasiones pudieron parecer pedestres.

Hoy, todos los autores mencionados gozan de cabal vigor artístico, y son vistos ya como los maestros a seguir… habrá que ver si pronto aparece ya una generación de autores emergentes con propuestas renovadoras. Por lo pronto, estos autores continúan proponiendo e impactando.

Como parte de los modernos renovadores del séptimo arte a partir de la subversión, desde niño Jean-Pierre Jeunet deseó hacer cine. Aunque con estudios en animación (donde conoció a Marc Caro) nunca cursó estudios formales de cine, se interesó por historias de personajes marginados, los presupuestos cuasi indigentes nunca fueron obstáculo para desarrollar sus ideas (obviamente, hoy día, sus filmes han costado millones de dólares y euros), creó un cine fantástico alejado del realismo francés –esto último común a la cinematografía de su país natal- y, con excepción de la obra de Francois Truffaut, no gusta de la Nouvelle vague... nada le falta para ser un outsider.



Aunque Jeunet militó en el terreno de lo fantástico y la imaginación francesa desde finales de los años 70 del pasado siglo (bueno, incluso su primer cortometraje, L’évasion, está fechado en 1978), durante la siguiente década es cuando comenzó a ensayar de manera más profesional con la cámara creando diversos comerciales, y construyendo historias en celuloide que a él y a su entonces inseparable colaborador Marc Caro les ganó una buena cantidad de premios en Francia y en festivales alrededor del mundo.

Estos cortometrajes sobresalían por el esfuerzo conjunto de una dupla de artistas talentosos y arrojados. La ciencia ficción distópica a través de visiones urbanas en mundos paralelos, cargados de detalle en los escenarios y el mismo ecosistema encantaba al espectador y mostraban un discurso autoral muy claro, con títulos como L’évasion y Le menège (1980), ambos animados; y otros como Le bunker de la dernière rafale (1981) y Pas de repos poru Billy Brako (1984).

Ahí estaban ya las claves de un filme seminal de la paranoia actual: Delicatessen (1991). Pero un par de años antes, en 1989 y en solitario, Jeunet se abocó a realizar Fouitaises, corto de poco más de 6 minutos en el que vemos su primer encuentro con Dominque Pinon, actor de inolvidable rostro popeyesco y arcilla del realizador. Esta obra es una especie de acta constitutiva en la que a través del actor, Jeunet crea un mundo y una posición ante la vida y el arte a partir de la simple y a la vez elocuente enumeración audiovisual de lo que gusta y no gusta de la vida.

Visto desde esa dicotomía, la vida en manos de Jeunet puede convertirse en materia para el canto y el llanto, algo de lo que hablará en la mundialmente célebre Amelié, un filme que celebra la vida como pocos.

Jean-Pierre Jeunet ha venido a trastocar el orden del cine desde hace un par de décadas. Aunque criticado en ocasiones por tergiversar la realidad con sus idílicos o pesadillescos escenarios, agradecemos, sin duda, su aplomo para proponernos una vida mejor que la vida misma.

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