Hasta hace unos años, el debate profesional que se protagonizó en la arena del cine se enfocó en la pertinencia de optar o no por el uso de las cámaras digitales. La economía en muchos aspectos, tanto técnicos como narrativos y, sobre todo, presupuestales, han terminado por mostrar que el futuro del llamado séptimo arte, efectivamente, se encuentra en el ‘cine’ digital.
Surtido este dilema, sin embargo, la carrera por lograr el realismo más exacerbado en este medio continúa. La nueva discusión, entonces, dentro de los confines del medio parece girar en torno a la pertinencia por declarar o no si el sistema 3D, estereoscópico, es el futuro del cine, o tan sólo una herramienta para enriquecer sus capacidades como simple entretenimiento.
Aunque asegura no ser partidario precisamente del 3D, el cineasta alemán Werner Herzog ha dado un voto de confianza a este sistema, con la realización de La cueva de los sueños olvidados (Cave of Forgotten Dreams, 2010), documental para el cual ha declarado que la utilización del 3D no fue algo esencial, sino imperativo, y el cual pudo verse ya por algunas salas comerciales del país.
Si recordamos que Herzog es uno de los autores más rabiosos y originales en la historia del cine, que ha cometido actos casi impensables para lograr sus proyectos cinematográficos (como filmar simultáneamente dos versiones de un mismo proyecto, tanto en alemán como en inglés, con Nosferatu; o trasladar un barco a través de una montaña en el Amazonas para alcanzar el dramatismo necesario de la historia, en Fitzcarraldo) podemos considerar entonces que sus razones para el 3D en este proyecto son de peso verdadero y, por tanto, que se le puede valorar como una herramienta necesaria y sobresaliente.
En La cueva de los sueños olvidados con la simple adquisición de un boleto de cine en 3D tenemos acceso a la que posiblemente sea la exposición más antigua de arte.
En 1994, en Ardèche, al sur de Francia, tres espeleólogos descubrieron una cueva cuyo acceso permaneció bloqueado durante más de 20 mil años. Al lograr internarse se encontraron con una serie de pinturas rupestres que cubrían las paredes, además de restos y huellas de animales prehistóricos, en un área semejante a la de una cancha de futbol. La cueva recibió el nombre de Chauvet, a partir del apellido de Jean-Marie Chauvet, una de los tres espeleólogos que hicieron el descubrimiento.
La revelación de este hallazgo no fue cualquier cosa, se trata de pinturas cuya realización inició hace más de 30 mil años y fueron continuados 5 mil años después; es decir, hace cerca de 25 mil años que fueron manipulados por última vez, convirtiéndose así en el arte más antiguo del que se tenga prueba alguna; casi el doble de antigüedad de los hallazgos más milenarios previos a éste. Estas obras corresponden a una época en la cual el neandertal aún se desplazaba sobre la fas de la Tierra, entre mamuts y osos durante la Era Paleolítica. Registros únicos de comunicación de su época, estas pinturas de sobresaliente trazo (a pesar de que buena parte de ellas fueron hechas con una vara para alcanzar cierta distancia, el trazo del o los autores muestra un pulso envidiable) crean un puente de miles de años, entre el pasado y el presente de una especie cuya aparente distancia espacio-tiempo desaparece ante los códigos eternos del arte.
El lienzo natural de Chauvet nos otorga, así, una especie de proto-Street Art que funciona en base y se acopla a las irregularidades de la cueva, así como a los caprichos del goteo en estalactitas y estalagmitas, “catedrales de cristal” como las llama Herzog, y cuya peculiar forma compuesta por abultamientos, nichos y pendientes prácticamente le exigieron a Herzog la utilización del 3D como herramienta idónea para acercarse lo más posible a la experiencia directa de estar en la cueva.
Con La cueva de los sueños olvidados tenemos acceso a una creación prehistórica, tal vez el primer indicio de arte realizado de forma consciente en la historia. No se sabe si se trata simplemente de documentar de cierta forma la actividad diaria con imágenes de caza muy sofisticadas, o si detrás de los trazos hay una intensión artística, haciendo entonces de la cueva una especie de galería. Los trazos muestran finalmente una consciencia por parte del trazador o artista, para acoplar de cierta forma el discurso con la forma de las paredes; se nota inclusive cierto movimiento en base a la forma del ‘óleo’ y al de las sombras y angulaciones que provoca la luz de las antorchas.
La sensación de estar en la cueva y observar los pinturas rupestres en su forma más cercana a la realidad resulta, como lo ha dicho Herzog, imperativo; tanto por su forma, como porque el acceso a éstas ha sido limitado a sólo un puñado de científicos durante las casi dos décadas de ser descubiertas; pues los altos niveles de bióxido de carbono del lugar y otros aspectos que ponen en peligro tanto al ser humano como la conservación del mismo sitio, hacen que sólo durante unas cuantas horas al día, en semanas precisas durante primavera y otoño, se permita el acceso al lugar.
Por si fuera poco lo anterior, la existencia de este filme no ha sido fortuita ni sencilla. No han sido pocos los cineastas que han buscado el permiso para acceder a la Cueva Chauvet; sin embargo, con la solicitud de Herzog (quien acordó entregar este filme al Gobierno Francés como resultado de su trabajo para el mismo, y por el cual recibió una paga simbólica de un euro y por la cual, inclusive, pago impuestos) las cosas cambiaron, pues Frédéric Mitterand, el Ministro de Cultura, resultó ser admirador de la obra del cineasta, lo que agilizó la realización de proyecto.
A decir de James Cameron, el realizador más rentable en la historia de Hollywood (con filmes como The Terminator y Titanic) y desarrollador de la cámara Fusion 3D (que ha venido a afianzar el desarrollo del sistema estereoscópico en el cine) con Avatar (el filme más taquillero en la historia), será por el año 2020 cuando el cine en 2D haya muerto, y se dé entonces la supremacía del 3D. En los siguientes 5 o 10 años el 3D se volverá ubicuo, asegura Cameron. Esto es, que el cien por ciento de los cines a nivel mundial habrán adoptado esta tecnología y para la cual, probablemente, ya no sean necesarios la utilización de lentes algunos (esto supone una proyección prácticamente sin precedentes) y la transformación total vendrá cuando la exhibición sea única y exclusivamente en 3D.
Junto a Herzog, recientemente se ha sumado Martin Scorsese en los autores fílmicos convertidos al 3D, y también para contar una historia de orígenes del arte (en su caso, con Hugo Cabret, un acercamiento a la increíble y edificante historia de Georges Méliès, genio del cine y pionero de la forma a través de la cual hoy vemos al mundo). Vemos entonces que el 3D, además de prometernos el futuro, igualmente está volteando al pasado para mantener y promover su memoria.
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